martes, 16 de diciembre de 2008

sábado, 13 de diciembre de 2008

Así...

Supongo que la cursilería me vino de la misma forma que estás manos y ese hígado que no deja a mi apariencia que lo demuestre. No puedo recordar cuando fue el primer día que salí a la calle a sonreirle a la gente ni dónde ocurrió mi primera conversación con un extraño y mis ganas de curarle los dolores que me dolían porque estaban ahí acostados arriba de una especie de humo inquieto que iba y venía seguramente por un algún parque... Sí, seguro que fue en un parque, alguna de esas tardes que salgo para poder entrar, pero no recuerdo las manos de ese ser que me abrió a mi verdad primera, que me nombró con el más instintivo de mis adjetivos: Mariana es cursi. Sujeto. Predicado.


"Cursi" es un adjetivo mal usado, no sólo se corresponde con el amor de pareja y una persona escribiendo poesías bajo la luz de la luna, creyendo que las noches de luna llena, el aire se pone tan rugoso que puede acariciar el maxilar... Eso lo hago, lo hago, lo hago, claro, pero el asunto transciende más allá: la acción verbal de querer toma todas las formas habidas. Quiero a todo por la mera existencia, quiero incluso a esos que desconozco, quiero a los que son felices y a aquellos que sufren, incluso quiero a quienes no me quieren, quiero a los animales que no como y a las plantas que, casualmente, siempre caminan al lado mio y se sientan a mis costados cuando decido tomar un descanso. Quiero a las palabras, al silencio, a la naturaleza y a lo artificial, al arte y a la ausencia de existencia.

Al querer tanto es casual encontrarme en un colectivo sonriéndole a la gente, mirando alucinada a todos los compañero de este fragmento de historia. Puedo perder una tarde entera sentada en cualquier lugar hablado sobre lo que sea con quién sea, jamás omito contar mi historia personal cuando me es pedida. Mi vida es así: abierta, de par en par y para quién quiera. Las manos de las viejas son mi más preciado regalo, la caricia que me dan a mi cara o en mis palmas por llevarles las bolsas, el beso que el vendedor viejito me dio el otro día porque era muy dulce... Los ojos que se iluminan cuando se sienten que alguien los está mirando. Todas las historias personales me son apasionantes, quiero escucharlas, quiero contener cada dolor que palpita en el planeta, quiero plantar flores y cultivar un jardín gigante que robe sonrisas.

Y todos los días abrir más mi corazón y juzgarme por dentro, y salir a la calle como entrando en mi misma y tener el alma arriba de la piel sin miedos de ningún tipo, limpia y pura luciendo con orgullo mi adjetivo madre, porque si, claro que si... Yo soy cursi.